Beginning Arduino 1st Edition Michael Mcroberts (Auth.) 2024 scribd download
Beginning Arduino 1st Edition Michael Mcroberts (Auth.) 2024 scribd download
com
https://ebookname.com/product/beginning-arduino-1st-edition-
michael-mcroberts-auth/
OR CLICK BUTTON
DOWNLOAD EBOOK
https://ebookname.com/product/beginning-arduino-2nd-edition-michael-
mcroberts-auth/
ebookname.com
https://ebookname.com/product/arduino-cookbook-2nd-edition-michael-
margolis/
ebookname.com
https://ebookname.com/product/beginning-os-x-lion-apps-development-
beginning-apress-1st-edition-michael-privat/
ebookname.com
https://ebookname.com/product/direct-sum-decompositions-of-torsion-
free-finite-rank-groups-theodore-g-faticoni/
ebookname.com
Abnormal Psychology Eleventh Edition Ann Kring
https://ebookname.com/product/abnormal-psychology-eleventh-edition-
ann-kring/
ebookname.com
https://ebookname.com/product/elizabethan-england-costume-and-fashion-
source-books-1st-edition-kathy-elgin/
ebookname.com
https://ebookname.com/product/the-brokered-world-1st-edition-simon-
schaffer/
ebookname.com
https://ebookname.com/product/fluid-mechanics-an-intermediate-
approach-1st-edition-bijay-k-sultanian/
ebookname.com
International Retail Marketing A Case Study Approach 1st
Edition Margaret Bruce
https://ebookname.com/product/international-retail-marketing-a-case-
study-approach-1st-edition-margaret-bruce/
ebookname.com
Beginning Arduino
• •
Michael McRoberts
Beginning Arduino
Copyright © 2010 by Michael McRoberts
All rights reserved. No part of this work may be reproduced or transmitted in any form or by any means,
electronic or mechanical, including photocopying, recording, or by any information storage or retrieval
system, without the prior written permission of the copyright owner and the publisher.
ISBN 978-1-4302-3240-7
ISBN 978-1-4302-3241-4 (eBook)
Printed and bound in the United States of America 9 8 7 6 5432 1
Trademarked names, logos, and images may appear in this book. Rather than use a trademark symbol
with every occurrence of a trademarked name, logo, or image we use the names, logos, and images only
in an editorial fashion and to the benefit of the trademark owner, with no intention of infringement of
the trademark.
The use in this publication of trade names, trademarks, service marks, and similar terms, even if they are
not identified as such, is not to be taken as an expression of opinion as to whether or not they are subject
to proprietary rights.
President and Publisher: Paul Manning
Lead Editor: Michelle Lowman
Technical Reviewer: Josh Adams
Editorial Board: Steve Anglin, Mark Beckner, Ewan Buckingham, Gary Cornell, Jonathan Gennick,
Jonathan Hassell, Michelle Lowman, Matthew Moodie, Duncan Parkes, Jeffrey Pepper,
Frank Pohlmann, Douglas Pundick, Ben Renow-Clarke, Dominic Shakeshaft, Matt Wade,
Tom Welsh
Coordinating Editor: Jennifer L. Blackwell
Copy Editor: Mary Behr
Production Support: Patrick Cunningham
Indexer: Julie Grady
Artist: April Milne
Cover Designer: Anna Ishchenko
Distributed to the book trade worldwide by Springer Science+Business Media, LLC., 233 Spring Street,
6th Floor, New York, NY 10013. Phone 1-800-SPRINGER, fax (201) 348-4505, e-mail
orders-ny@springer-sbm.com.orvisitwww.springeronline.com.
For information on translations, please e-mail rights@apress.com, or visit www.apress.com.
Apress and friends of ED books may be purchased in bulk for academic, corporate, or promotional use.
eBook versions and licenses are also available for most titles. For more information, reference our
Special Bulk Sales-eBook Licensing web page atwww.apress.com/info/bulksales.
The information in this book is distributed on an "as is" basis, without warranty. Although every
precaution has been taken in the preparation of this work, neither the author(s) nor Apress shall have
any liability to any person or entity with respect to any loss or damage caused or alleged to be caused
directly or indirectly by the information contained in this work.
The source code for this book is available to readers at www.apress.com.
I would like to dedicate this book to my mother for her encouragement throughout the book process and
for being the best Mum anyone could ask for, and to my grandfather, Reginald Godfrey, for igniting the
spark for science and electronics in me at a young age. Without all those kits from Radio Shack at
Christmas I may never have reached the point where I ended up writing a book about microcontrollers
and electronics. Thank you both.
Contents at a Glance
Index ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• 47
iv
Contents
II Chapter 1: Introduction 1
How to Use This Book 1
What You Will Need 2
What Exactly is an Arduino? 3
Getting Started 6
Windows XP Installation 7
Windows 7 & Vista Installation 7
Mac OSX Installation 7
Board and Port Selection 8
Upload Your First Sketch 10
The Arduino IDE 12
III Chapter 2: Light 'Em Up 21
Project 1 - LED Flasher 21
Parts Required 21
Connecting Everything 22
Enter theCode 23
v
_ CONTENTS
vi
• CONTENTS
vii
_ CONTENTS
viii
• CONTENTS
ix
_ CONTENTS
x
• CONTENTS
Summary 188
Subjects and Concepts Covered in Chapter 8 188
xi
_ CONTENTS
xii
• CONTENTS
xiii
_ CONTENTS
xiv
• CONTENTS
xv
Exploring the Variety of Random
Documents with Different Content
La tenacidad de doña Trini no se fundaba solo en su horror a
invierno, que aquel año vino con espada en mano. Nada sabía
concretamente de los devaneos de Horacio; pero sospechaba que algo
anormal y peligroso ocurría en la vida del joven, y con feliz instinto
estimó conveniente llevársele de Madrid. Alzando la cabeza para
mirarle bien, pues aquella noche funcionaban muy mal los párpados, y
abrir no podía más que un tercio de ojos, le dijo:
—Pues me parece que en Villajoyosa pintarías como aquí, y aun
mejor. En todas partes hay Naturaleza y natural... Y sobre todo, tontín
allí te librarás de tanto quebradero de cabeza, y de las angustias que
estás pasando. Te lo dice quien bien te quiere, quien sabe algo de este
mundo traicionero. No hay cosa peor que apegarse a un vicio de
querer... Despréndete de un tirón. Pon tierra por medio.
Dicho esto, doña Trini dejó caer el párpado, como tronera que se
cierra después de salir el tiro. Horacio nada contestó; pero las ideas de
su tía quedaron en su mente como semillas dispuestas a germinar
Repitió sus sabias exhortaciones a la siguiente noche la simpática
viuda, y a los dos días ya no le pareció al pintor muy disparatada la
idea de partir, ni vio, como antes, en la separación de su amada, un
suceso tan grave como la rotura del planeta en pedazos mil. De
improviso sintió que del fondo de su naturaleza salía un prurito, una
reclamación de descanso. Su existencia toda pedía tregua, uno de esos
paréntesis que la guerra y el amor suelen solicitar con necesidad
imprescindible para poder seguir peleando y viviendo.
La primera vez que comunicó a Tristana los deseos de doña Trini
aquella puso el grito en el Cielo. Él también se indignó; protestaron
ambos contra el importuno viaje, y... antes morir que consentir tiranos.
Mas otro día, tratando de lo mismo, Tristana pareció conformarse
Sentía lástima de la pobre viuda. ¡Era tan natural que no quisiera i
sola...! Horacio afirmó que doña Trini no resistiría en Madrid los rigores
del invierno, ni se determinaba a separarse de su sobrino. Mostrose la
de Reluz más compasiva, y por fin... ¿Sería que también a ella le
pedían el cuerpo y el alma tregua, paréntesis, solución de continuidad?
Ni uno ni otro cedían en su amoroso anhelo; pero la separación no les
asustaba; al contrario, querían probar el desconocido encanto de
alejarse, sabiendo que era por tiempo breve; probar el sabor de la
ausencia, con sus inquietudes, el esperar y recibir cartas, el desearse
recíprocamente, y el contar lo que faltaba para tenerse de nuevo.
En resumidas cuentas, que Horacio tomó las de Villadiego. Tierna
fue la despedida: se equivocaron, creyéndose con serenidad bastante
para soportarla, y al fin se hallaban como condenados al patíbulo
Horacio, la verdad, no se sintió muy pesaroso por el camino; respiraba
con desahogo, como jornalero en sábado por la tarde, después de una
semana de destajo; saboreaba el descanso moral, el placer pálido de
no sentir emociones fuertes. El primer día de Villajoyosa ninguna
novedad ocurrió. Tan conforme el hombre, y muy bien hallado con su
destierro. Pero al segundo día, aquel mar tranquilo de su espíritu
empezó a moverse y picarse con leve ondulación, y luego fue el crecer
el encresparse. A los cuatro días el hombre no podía vivir de soledad
de tristeza, de privación. Todo le aburría: la casa, doña Trini, la
parentela. Pidió auxilio al arte, y el arte no le proporcionó más que
desaliento y rabia. El paisaje hermosísimo, el mar azul, las pintorescas
rocas, los silvestres pinos, todo le ponía cara fosca. La primera carta le
consoló en su soledad; no podían faltar en ella ausencias dulcísimas, n
aquello tan sobado de nessun maggior dolore..., ni los términos de
vocabulario formado en las continuas charlas de amor. Habían
convenido en escribirse dos cartitas por semana, y resultaba carta
todos los días diariamente, según decía Tristana. Si las de él ardían, las
de ella quemaban. Véase la clase:
De él a ella:
«Hijita, ¡qué días paso! Hoy quise pintar un burro, y me salió... algo
así como un pellejo de vino con orejas. Estoy de remate; no veo e
color, no veo la línea, no veo más que a mi Restituta, que me encandila
los ojos con sus monerías. Día y noche me persigue la imagen de m
monstrua serrana, con todo el pesquis del Espíritu Santo y toda la sa
del botiquín.»
(Nota del colector: Llamaban botiquín al mar por aquel cuento
andaluz del médico de a bordo, que todo lo curaba con agua salada.)
«... Mi tía no está bien. No puedo abandonarla. Si tal barbaridad
hiciera, tú misma no me la perdonarías. Mi aburrimiento es una
horrible tortura que se le quedó en el tintero a nuestro amigo Alighieri.
»He vuelto a leer tu carta del jueves, la de las pajaritas, la de los
éxtasis... inteligenti pauca. Cuando Dios te echó al mundo, llevose las
manos a la cabeza augusta, arrepentido y pesaroso de haber gastado
en ti todo el ingenio que tenía dispuesto para fabricar cien
generaciones. Haz el favor de no decirme que tú no vales, que eres un
cero. ¡Ceritos a mí! Pues yo te digo, aunque la modestia te salga a la
cara como una aurora boreal, yo te digo, ¡oh Restituta!, que todos los
bienes del mundo son una perra chica comparados con lo que tú vales
y que todas las glorias humanas, soñadas por la ambición y
perseguidas por la fortuna, son un zapato viejo comparadas con la
gloria de ser tu dueño... No me cambio por nadie... No, no, digo mal
quisiera ser Bismarck para crear un imperio y hacerte a ti emperatriz
Chiquilla, yo seré tu vasallo humilde; pisotéame, escúpeme, y manda
que me azoten.»
De ella a él:
«Caro bene, mio diletto, ¿es verdad que me quieres tanto y que en
tanto me estimas? Pues a mí me da por dudar que sea verdad tanta
belleza. Dime: ¿existes tú o no eres más que un fantasma vano, obra
de la fiebre, de esta ilusión de lo hermoso y de lo grande que me
trastorna? Hazme el favor de echar para acá una carta fuera de abono
o un telegrama que diga: Existo. Firmado, señó Juan... Soy tan feliz
que a veces paréceme que vivo suspendida en el aire, que mis pies no
tocan la tierra, que huelo la eternidad y respiro el airecillo que sopla
más allá del sol. No duermo. ¡Ni qué falta me hace dormir!... Más
quiero pasarme toda la noche pensando que te gusto y contando los
minutos que faltan para ver tu jeta preciosa. No son tan felices como
yo los justos que están en éxtasis a la verita de la Santísima Trinidad
no lo son, no pueden serlo... Solo un recelo chiquito y fastidioso, como
el grano de tierra que en un ojo se nos mete y nos hace sufrir tanto
me estorba para la felicidad absoluta. Y es la sospecha de que todavía
no me quieres bastante, que no has llegado al supremo límite de
querer, ¿qué digo límite, si no lo hay?, al principio del último cielo, pues
yo no puedo hartarme de pedir más, más, siempre más; y no quiero
no quiero sino cosas infinitas, entérate..., todo infinito, infinitísimo, o
nada... ¿Cuántos abrazos crees que te voy a dar cuando llegues? Ve
contando. Pues tantos como segundos tarde una hormiga en dar la
vuelta al globo terráqueo. No; más, mucho más. Tantos como
segundos tarde la hormiga en partir en dos, con sus patas, la esferita
terrestre, dándole vueltas siempre por una misma línea... Conque saca
esa cuenta, tonto.»
Y otro día:
«¡Ay, niña mía, no sabes cuán hermoso es esto! Pero ¿cómo has de
comprenderlo tú, si yo mismo he vivido hasta hace poco ciego a tanta
belleza y poesía? Admiro y amo este rincón del planeta, pensando que
algún día hemos de amarlo y admirarlo juntos. ¡Pero si estás conmigo
aquí, si en mí te llevo, y no dudo que tus ojos ven dentro de los míos
lo que los míos ven...! ¡Ay, Restitutilla, cuánto te gustaría mi casa
nuestra casa, si en ella te vieras! No me satisface, no, tenerte aquí en
espíritu. ¡En espíritu! Retóricas, hija, que llenan los labios y dejan vacío
el corazón. Ven, y verás. Resuélvete a dejar a ese viejo absurdo, y
casémonos ante este altar incomparable, o ante cualquier otro altarito
que el mundo nos designe, y que aceptaremos para estar bien con él..
¿No sabes? Me he franqueado con mi ilustre tía. Imposible guarda
más tiempo el secreto. Pásmate, chiquilla; no puso mala cara. Pero
aunque la pusiera..., ¿y qué? Le he dicho que te tengo ley, que no
puedo vivir sin ti, y ha soltado la risa. ¡Vaya, que tomar a broma una
cosa tan seria! Pero más vale así... Dime que te alegra lo que te cuento
hoy, y que al leerme te entran ganas de echar a correr para acá. Dime
que has hecho el hatillo, y me lanzo a buscarte. No sé lo que pensará
mi tía de una resolución tan súpita. Que piense lo que quiera. Dime
que te gustará esta vida oscura y deliciosa; que amarás esta paz
campestre; que aquí te curarás de las locas efervescencias que turban
tu espíritu, y que anhelas ser una feliz y robusta villana, ricachona en
medio de la sencillez y la abundancia, teniendo por maridillo al más
chiflado de los artistas, al más espiritual habitante de esta tierra de luz
fecundidad y poesía.
»Nota bene. Tengo un palomar que da la hora, con treinta o más
pares. Me levanto al alba, y mi primera ocupación es abrirles la puerta
Salen mis amiguitas adoradas, y para saludar al nuevo día, dan unas
cuantas vueltas por el aire, trazando espirales graciosas; después
vienen a comer a mi mano, o en derredor de mí, hablándome con sus
arrullos un lenguaje que siento no poder transmitirte. Convendría que
tú lo oyeras y te enteraras por ti misma.»
XVIII
De Tristana a Horacio:
De la señorita de Reluz:
«¡Qué pena, qué ansiedad, qué miedo! No pienso más que cosas
malas. No hago más que bendecir este fuerte constipado que me sirve
de pretexto para poder limpiarme los ojos a cada instante. El llanto me
consuela. Si me preguntas por qué lloro, no sabré responderte. ¡Ah! sí
sí, ya sé: lloro porque no te veo, porque no sé cuándo te veré. Esta
ausencia me mata. Tengo celos del mar azul, los barquitos, las
naranjas, las palomas, y pienso que todas esas cosas tan bonitas serán
Galeotos de la infidelidad de mi señó Juan... Donde hay tanto bueno
¿no ha de haber también buenas mozas? Porque con todo m
marisabidillismo (ve apuntando las palabras que invento), yo me mato
si tú me abandonas. Eres responsable de la tragedia que puede ocurrir
y...
»Acabo de recibir tu carta. ¡Cuánto me consuela! Me he reído de
veras. Ya se me pararon los esplines; ya no lloro; ya soy feliz, tan feliz
que no sabo expresarlo. Pero no me engatusas, no, con tus limoneros
y tus acequias de undosa corriente. Yo libre y honrada, te acepto así
aldeanote y criador de pollos. Tú como eres, yo como ero. Eso de que
dos que se aman han de volverse iguales, y han de pensar lo mismo
no me cabe a mí en la cabeza. ¡El uno para el otro! ¡Dos en uno! ¡Qué
bobadas inventa el egoísmo! ¿A qué esa confusión de los caracteres?
Sea cada cual como Dios le ha hecho, y siendo distintos, se amarán
más. Déjame suelta, no me amarres, no borres mi... ¿lo digo? Estas
palabras tan sabias se me atragantan; pero en fin, la soltaré... m
doisingracia.
»A propósito. Mi maestra dice que pronto sabré más que ella. La
pronunciación es el caballo de batalla; pero ya me soltaré, no te
apures, que esta lengüecita mía hace todo lo que quiero. Y ahora, allá
van los golpes de incensario que me echo a mí misma. ¡Qué modesta
es la nena! Pues señor, sabrás que domino la Gramática, que me bebo
el Diccionario, que mi memoria es prodigiosa, lo mismo que m
entendimiento (no, si no lo digo yo; lo dice la señá Malvina.) Esta no se
anda en bromas, y sostiene que conmigo hay que empezar por el fin
De manos a boca nos hemos ponido a leer a Don Guillermo, a
inmenso poeta, el que más ha creado después de Dios, como dijo
Séneca..., no, no, Alejandro Dumas. Doña Malvina se sabe de memoria
el Glosario, y conoce al dedillo el texto de todos los dramas y
comedias. Me dio a escoger, y elegí el Macbeth, porque aquella señora
de Macbeth me ha sido siempre muy simpática. Es mi amiga... En fin
que le metimos el diente a la tragedia. Las brujitas me han dicido que
seré reina... y yo me lo creo. Pero en fin, ello es que estamos
traduciendo. ¡Ay, hijo, aquella exclamación de la señá Macbeth, cuando
grita al cielo con toda su alma unsex me here, me hace estremecer, y
despierta no sé qué terribles emociones en lo más profundo de m
naturaleza! Como no perteneces a las clases ilustradas, no entenderás
lo que aquello quiere decir, ni yo te lo explico, porque sería como echa
margaritas a... No, eres mi cielo, mi infierno, mi polo maznético, y
hacia ti marca siempre tu brújula, tu chacha querida, tu... Lady
Restitute.»
Jueves 14.
De la misma al mismo:
Lunes.
Martes.
Sábado.
«¡Ay, ay, ay! Mi gozo en un pozo. Estarás en ascuas, sin carta mía
desde el martes. ¿Pero no sabes lo que me pasa? Me muero de pena..
¡Coja otra vez, con dolores horribles! He pasado tres días crueles. La
mejoría traidora del martes me engañó. El miércoles, después de una
noche infernal, amanecí en un grito. D. Lope trajo al médico, un ta
Miquis, joven y agradable. ¡Qué vergüenza! No tuve más remedio que
enseñarle mi pierna. Vio el lunarcito, ¡ay, ay, ay!, y me dijo no sé qué
bromas para hacerme reír. Creo que su pronóstico no es muy
tranquilizador, aunque don Lepe asegura lo contrario, sin duda para
animarme. Dios mío, ¿cómo voy a ser actriz con esta cojera maldita?
No puede ser, no puede ser. Estoy loca: no pienso más que horrores. Y
todo ello ¿qué es? Nada; alrededor del lunarcito, una dureza..., y si me
toco, veo las estrellas, lo mismo que si ando. Ese Miquis, que parta un
rayo, me ha mandado no sé qué ungüentos, y una venda sin fin, que
Saturna me arrolla con muchísimo cuidado... ¡Estoy bien, vive Dios
Tienes a tu Beatrice hecha una cataplasma. Debo de estar feísima, ¡y
qué facha!... Te escribo en el sillón, del cual no puedo moverme
Saturna mantiene el tintero... ¿Y cómo te veo ahora si vienes? No, no
vengas hasta que esto se me quite. Yo le pido a Dios y a la Virgen que
me curen pronto. No he sido tan mala que este castigo merezca. ¿Qué
crimen he cometido? ¿Quererte? ¡Vaya un crimen! Como tengo esta
maldita costumbre de buscar siempre el perché delle cose, cavilo que
Dios se ha equivocado con respecto a mí. ¡Jesús, qué blasfemia! No
¡cuando Él lo hace...! Sufriremos; venga paciencia, aunque
francamente, esto de no poder ser actriz me vuelve loca y me hace
tirar a un lado toda la paciencia que había podido reunir... ¿Pero y s
me curo?... Porque esto se curará, y no cojearé, o cojearé tan poquito
que lo pueda disimular.
»Vamos, que si ahora no tienes lástima de mí, no sé para cuándo la
guardas. Y si ahora no me quieres más, más, más, mereces que e
Bajísimo te coja por su cuenta y te saque los ojos. ¡Soy tan
desgraciada!... No sé si por la congoja que siento o efecto de la
enfermedad, ello es que todas las ideas se me han escapado, como s
se echaran a volar. Volverán, ¿no crees tú que volverán? Y me pongo a
pensar y digo: pero, Señor, todo lo que leí, todo lo que aprendí en
tantos librotes, ¿dónde está? Debe de andar revoloteando en torno de
mi cabeza, como revolotean los pajaritos alrededor del árbol antes de
acostarse, y ya entrarán, ya entrará todo otra vez. Es que estoy muy
triste, muy desalentada, y la idea de andar con muletas me abruma
No, yo no quiero ser coja. Antes...
»Malvina, por distraerme, me propone que la emprendamos con e
alemán. La he mandado a paseo. No quiero alemán, no quiero lenguas
no quiero más que salud, aunque sea más tonta que un cerrojo. ¿Me
querrás tú cojita? ¡No, si me curaré...! ¡Pues no faltaba más! Si no
sería una injusticia muy grande, una barbaridad de la Providencia, de
Altísimo, del... no sé qué decir. Me vuelvo loca. Necesito llorar, pasarme
todo el día llorando...; pero estoy rabiosa, y con rabia no puedo llorar
Tengo odio a todo el género humano, menos a ti. Quisiera que
ahorcaran a doña Malvina, que fusilaran a Saturna, que a D. Lope le
azotaran públicamente, paseándole en un burro, y después le
quemaran vivo. Estoy atroz, no sé lo que pienso, no sé lo que digo...»
XX
«¡Ay, Dios mío —decía Tristana para sí, cruzando las manos y
mirando fijamente a su viejo—, cuánto sabe este maldito! Él es un
pillastre redomado, sin conciencia; pero como saber... ¡vaya si sabe...!»
—¿Estás conforme con lo que te digo, pichona? —le preguntó D
Lepe, besando sus manos, sin disimular la alegría que le causaba e
sentimiento íntimo de su victoria.
—Te diré... sí... Yo creo que no sirvo para lo doméstico; vamos, que
no puedo entender... Pero no sé, no sé si las cosas que sueño se
realizarán...
—¡Ay, yo lo veo tan claro como esta es luz! —replicó Garrido, con e
acento de honrada convicción que sabía tomar en sus fórmulas de
perjurio—. Créeme a mí... Un padre no engaña, y yo, arrepentido de
daño que te hice, quiero ser padre para ti, y nada más que padre.
Siguieron hablando de lo mismo, y D. Lope, con suma habilidad
estratégica, evolucionó para ganarle al enemigo sus posiciones, y all
fue el ridiculizar la vida boba, la unión eterna con un ser vulgar y las
prosas de la intimidad matrimoñesca.
Al propio tiempo que estas ideas lisonjeaban a la señorita, servíanle
de lenitivo en su grave dolencia. Se sintió mejor aquella tarde, y a
quedarse sola con Saturna, antes de que esta la acostara, tuvo
momentos de ideal alborozo, con las ambiciones más despiertas que
nunca, y gozándose en la idea de verlas realizadas.
—Sí, sí, ¿por qué no he de ser actriz? Si no, seré lo que quiera..
Viviré con holgura decorosa, sin ligarme eternamente a nadie, ni a
hombre que amo y amaré siempre. Le querré más cuanto más libre
sea.
Ayudada de Saturna, se acostó, después que esta le hubo curado
con esmero exquisito la rodilla enferma, renovándole los vendajes
Intranquila pasó la noche; pero se consolaba con los efluvios de su
imaginación ardorosa, y con la idea de pronto restablecimiento
Aguardaba con ansia el día para escribir a Horacio, y al amanecer
antes de que se levantara D. Lope, enjaretó una larga y nerviosa
epístola.
«Amor mío, paletito mío, mio diletto, sigo mal; pero estoy contenta
Mira tú qué cosa tan rara... ¡Ay, quién me entenderá a mí, si yo misma
no me entiendo! Estoy alegre, sí, y llena de esperanzas, que se me
cuelan en el alma cuando menos las llamo. Dios es bueno y me manda
estas alegrías, sin duda porque me las merezco. Se me antoja que me
curaré, aunque no mejore; pero se me antoja, y basta. Me da po
pensar que se cumplirán mis deseos, que seré actriz del género
trágico, que podré adorarte desde el castillo de mi independencia
comiquil. Nos querremos de castillo a castillo, dueños absolutos de
nuestras respectivas voluntades, tú libre, libre yo, y tan señora como la
que más, con dominios propios, y sin vida común, ni sagrado vínculo
ni sopas de ajo, ni nada de eso.
»No me hables a mí del altarito, porque te me empequeñeces tanto
que no te veo de tan chiquitín como te vuelves. Esto será un delirio
pero nací para delirante crónica, y soy... como la carne de oveja: se me
toma o se me deja. No, dejarme no: te retengo, te amarro, pues mis
locuras necesitan de tu amor para convertirse en razón. Sin ti, me
volvería tonta, que es lo peor que me podría pasar.
»Y yo no quiero ser tonta, ni que lo seas tú. Yo te engrandezco con
mi imaginación cuando quieres achicarte, y te vuelvo bonito cuando te
empeñas en ponerte feo, abandonando tu arte sublime para cultiva
rábanos y calabazas. No te opongas a mi deseo, no desvanezcas m
ilusión; te quiero grande hombre, y me saldré con la mía. Lo siento, lo
veo... no puede ser de otra manera. Mi voz interior se entretiene
describiéndome las perfecciones de tu ser... No me niegues que eres
como te sueño. Déjame a mí que te fabrique... no, no es esa la
palabra; que te componga... tampoco... que te reconstruya..
tampoco... Déjame que te piense conforme a mi real gana. Soy feliz
así; déjame, déjame.»