Java Language Features: With Modules, Streams, Threads, I/O, and Lambda Expressions 2nd Edition Kishori Sharan 2024 scribd download
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Kishori Sharan
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selectively. Some topics—such as lambda expressions, collections,
and streams—are used extensively in developing Java applications,
whereas other topics—such as threads and archive files—are
infrequently used. You need to read only those chapters that are
covered in your class syllabus. I am sure that you, as a Java student,
do not need to read the entire book page by page.
Restriction #1
Restriction #2
Restriction #3
Restriction #4
Restriction #5
Restriction #6
Using Annotations
Primitive Types
String Types
Class Types
Enum Type
Annotation Type
Discovering Diverse Content Through
Random Scribd Documents
Después de haber sufrirlo á la intemperie ratos que hubieran sido
muy pesados á no haberlos aligerado la compañía del conde, y de
habernos ocupado seriamente unos cuantos días en matar aquellos
animales, que ni nos hacían daño, ni nos estorbaban ni podían
oponernos resistencia (si bien á mí me podía tocar muy poca parte
de culpabilidad y de remordimiento), me despedí de mi amigo,
proponiéndome no volver á probar mis fuerzas en un ejercicio para
el cual sin duda no debo de haber nacido, y que reclamará, como
todas las habilidades del mundo, su poco de vocación, que yo no
tengo, y su mucho de perseverancia, de que yo no me siento capaz.
IMPRESIONES DE UN VIAJE
Por fin, debía dejar la España, pero bien como el que se separa de
una querida á quien ha debido por mucho tiempo su felicidad, no
podía menos de volver frecuentemente la cabeza para dar una
última ojeada á esta patria donde había empezado á vivir, porque en
ella había empezado á sentir.
Uno de los puntos que antes de mi partida se ofrecieron á mi vista
fué Alange, pueblecillo situado á la falda de una colina, y en una
posición sumamente pintoresca: esta villa, que dista pocas leguas
de Mérida, posee una antigüedad sumamente curiosa: un baño
romano de forma circular y enteramente subterráneo, cuya agua
nace allí mismo, y se mantiene en el propio estado en que debía de
estar en tiempo de los procónsules; recibe su luz de arriba, y los
habitantes, no menos instruidos en arqueología que los Meridenses,
le llaman también el baño de los Moros. (Véase nuestro artículo
sobre antigüedades de Mérida.)
La colocación de este baño hace presumir que los Romanos
debieron de conocer las virtudes de las aguas termales de Alange.
En el día son todavía muy recomendadas, y hace pocos años se ha
construido en el centro de un vergel espesísimo de naranjos á la
entrada de la población una casa de baños, donde los enfermos, ó
las personas que se bañan por gusto, pueden permanecer alojados
y asistidos decentemente durante la temporada. El agua sale
caliente, pero no se nota en su sabor, ni en su olor, ninguna
diferencia esencial del agua común. Los naturales me refirieron una
de sus primeras virtudes populares. Los arroyos y pequeñas
charcas que se forman en el país de las aguas llovedizas, crían
infinitas sanguijuelas, las cuales se introducen muchas veces en la
boca de las caballerías y las desangran: en tales casos parece que
con sólo llevar el animal, acometido mal su grado del régimen
brusista, al manantial termal y hacerle beber del agua, los bichos
sanguinarios sueltan la presa y dejan libre al paciente. En una
nación donde hay tanta sanguijuela, que como la de Horacio no se
separa de su empleo, nisi plena cruoris, no parece inútil la
publicación de este sencillo modo de hacerles soltar la presa. Sólo
es de temer que no haya en todo Alange agua bastante para
empezar.
Este pueblo, de fundación árabe, posee además en lo alto de un
cerro eminente los restos de un castillo moro, y á sus pies corre el
Matuchel, riachuelo ó torrente notable por la abundancia de adelfas
que coronan sus márgenes.
Considerada la Extremadura históricamente ofrece al viajero
multitud de recuerdos importantes y patrióticos, y hace un papel muy
principal en nuestras conquistas del nuevo mundo; de ella salieron
la mayor parte de nuestros héroes conquistadores. Hernán Cortés
reconoce por patria á Medellín y Pizarro á Trujillo. Este último pueblo
conserva un carácter severo de antigüedad que llama la atención
del viajero; los restos de sus murallas, y multitud de edificios
particulares repartidos por toda la población, tienen un sello
venerable de vejez para el artista que sabe leer la historia de los
pueblos y descifrar en sus monumentos el carácter de cada época.
Pero considerada la Extremadura como país moderno en sus
adelantos y en sus costumbres, es acaso la provincia más atrasada
de España, y de las que más interés ofrecen al pasajero.
Si se exceptúa la Vera de Plasencia y algún otro punto, como
Villafranca, en que se cultiva bastante la viña y el olivo, la agricultura
es casi nula en Extremadura. La riqueza agrícola de la provincia
consiste en sus inmensos yermos, en sus praderas y encinares,
destinados á pastos de toda clase de ganados. Antes de la guerra
de la independencia y del decaimiento de la cabaña española, las
dehesas eran un manantial de riqueza para el país, y sobre esa
base se han acumulado fortunas colosales. Aún en el día,
produciendo más la tierra de las dehesas que la puesta á labor,
fácilmente se concibe que la provincia debe de ser sumamente
despoblada; y reasumida la poca riqueza en unos cuantos señores ó
capitalistas, resulta una desigualdad inmensa en la división de la
propiedad. El sistema de las dehesas es sumamente favorable
además á la caza, de suerte que el pobre no halla más recurso que
ser guarda de una posesión, cuando tiene favor para ello, ó darse á
aquel ejercicio. Así es que hay pueblos enteros que se mantienen
como las sociedades primitivas, y que están á dos dedos del estado
de la naturaleza: ejercen su profesión así en los terrenos de los
propios como en los de pertenencia particular: en ninguna provincia
puede estar más desconocido el derecho de propiedad.
El hombre del pueblo de Extremadura es indolente, perezoso, hijo
de su clima, y en extremo sobrio. Pero franco y veraz, á la par que
obsequioso y desinteresado. Se ocupa poco de intereses políticos, y
encerrado en su vida oscura, no se presta á las turbulencias.
Animada en el día la provincia del mejor espíritu por la buena causa,
si no hará gran peso en la balanza liberal, tampoco ofrecerá un foco
ni un asilo á los traidores.
La industria no existe más adelantada que la agricultura: alguna
fábrica de cordelería, de cinta, de paño burdo, de bayeta, de
sombreros y de curtidos (sobre todo en Zafra) para el consumo del
país, son las únicas excepciones á la regla general: por lo demás
tampoco sus habitantes echan mucho de menos sus productos; las
casas, míseramente alhajadas, no admiten superfluidad ninguna: si
se exceptúan las pocas habitaciones de algunas personas de dinero
y gusto, que en los pueblos principales hacen venir de fuera á gran
costa cuanto necesitan, se puede asegurar que la vivienda de un
extremeño es una verdadera posada, donde el cristiano no puede
menos de tener presente que hace en esta vida una simple
peregrinación, y no una estancia.
Una vez conocido el estado de la agricultura y de la industria, fácil
es deducir de cuán poca importancia será el comercio. Encerrada
entre Castilla la Nueva, Portugal y Andalucía, sin ríos navegables,
sin canales, sin más caminos que los indispensables para no ser
una isla en medio de España, sin carruajes, ni medios de
conducción, ¿quién podría traer á una provincia despoblada, y
acostumbrada á carecer de todo, sus productos, en cambio de los
cuales sólo puede ofrecer á la exportación alguna lana (porque es
sabido que los más de los ganados que gozan sus pastos no son
extremeños), algún aceite que envía al Alentejo, algún cáñamo,
miel, cera, piaras de cerdos y embuchados hechos de este precioso
animal? El comercio de importación es casi nulo; y la exportación se
podría reducir á la que se hace de ganados en la feria famosa de
Trujillo, y á la que practican sus célebres choriceros en los mercados
de Madrid. En el mismo Badajoz está muy expuesto el viajero á no
encontrar nada de lo que necesite; si desgraciadamente no lleva
consigo cuanto puede hacerle falta, ni encontrará un sombrero de
buena calidad, ni calzado bien hecho, ni un sastre regular, ni unos
guantes, en fin, cosidos en la capital. Algunas producciones
excelentes de su suelo, como son las frutas, entre las cuales se
distinguen las naranjas, el melón y la sandía, sólo pueden servir al
consumo del país.
La carrera de Madrid á Badajoz, principal camino de Extremadura,
es una de las más descuidadas é inseguras de España. En primer
lugar no hay carruajes; una endeble empresa sostiene la
comunicación por medio de galeras mensajerías aceleradas, que
andan sesenta leguas en cinco días; es decir, que para llegar más
pronto el mejor medio es apearse. Por otra parte son tales, que
galeras por galeras, se les pudieran preferir las de los forzados; sólo
de quince en quince días sale una especie de coche-góndola con
honores de diligencia. Servida además esta empresa por criados
medianamente selváticos é insolentes, no ofrece al pasajero los
mayores atractivos; añádase á esto que por economía, ó por otras
causas difíciles de penetrar, durante todo el viaje paran sus
carruajes en la posada peor de todo pueblo donde hay más de una.
En segundo lugar esas posadas, fieles á nuestras antiguas
tradiciones, son por el estilo de la que nos pinta Moratín en una de
sus comedias; todas las de la carrera rivalizan en miseria y
desagrado, excepto la de Navalcarnero, que es peor y campea sola
sin émulos ni rivales por su rara originalidad y su desmantelamiento;
entiéndase que hablo sólo de la que pertenece á la empresa de las
mensajerías; habrá otras mejores tal vez; no es difícil.
En tercer lugar suele haber ladrones, y entre otras curiosidades que
se van viendo por el camino (como por ejemplo el árbol en que fué
ahorcado por su misma tropa el general San Juan en una época de
exaltación), mal pudiera olvidar los dos amenos sitios que se
descubren antes de llegar á Mérida, comúnmente llamados los
confesonarios; el grande y el chico; nombre verdaderamente
original; él solo es la mejor pincelada con que el escritor de
costumbres puede pintar á un pueblo; nombre lleno de poesía y de
misterio: nombre que vale él solo más que una novela; nombre
impregnado de un orientalismo singular, y á la vez terrible, sublime é
irónico, dado por un pueblo religioso á un asilo de bandidos. Los
confesonarios son dos hondonadas inmediatas, dos pequeños
valles dominados por todas partes y protegidos de la espesura,
donde los frígidos confiesan á los pasajeros, donde los pecados son
el dinero y la vida, y donde un puñal hace á la vez de absolución y
de penitencia. Niéguese á nuestro pueblo la imaginación. Otros
países producen poetas. En España el pueblo es poeta.
Sobre la orilla izquierda del Guadiana, al oeste y á una legua de la
frontera de Portugal, se encuentra á Badajoz, antigua capital de la
Extremadura, y residencia de sus reyezuelos moros. Esta plaza
fuerte, cuyas fortificaciones ofrecen una rara mezcla de diversos
sistemas de fortificación, ofrece al forastero en su mayor eminencia
restos venerables de sus dominadores árabes: murallas, calles,
casas, y hasta torres enteras, revelan otros tiempos y otras
costumbres al viajero. Á la parte del río se ve el palacio llamado de
Godoy.
Por lo demás Badajoz nada ofrece de curioso: ni una iglesia digna
de ser vista, ni un cuadro en ellas de mediano pincel, ni una mala
biblioteca, ni un colegio, ni un teatro, ni un paseo. No se puede
llamar paseo á los árboles nacientes del campo de San Francisco,
debidos al zelo del general Anleo, ni al campo de San Juan,
pequeña plazuela en medio de la ciudad adornada de algunos
árboles y bancos: ni teatro una especie de sala donde algunos
aficionados, ó tal cual compañía ambulante, dan de cuando en
cuando sus originales representaciones. La alameda de Palmas
está abandonada por mal sana desde el cólera. El billar, el ejercicio
de los urbanos en el campo de San Roque, la retreta y dos ó tres
cafés, son las distracciones de la población. Hay una fonda llamada,
si mal no me acuerdo, de las cuatro naciones. Menos naciones y
mejor servicio, puede uno decir al salir de ella.
La amabilidad sin embargo y el trato fino de las personas y familias
principales de Badajoz compensan con usura las desventajas del
pueblo, y si bien carece de atractivos para detener mucho tiempo en
su seno al viajero, al mismo tiempo le es difícil á éste separarse de
él sin un profundo sentimiento de gratitud por poco que haya
conocido personas de Badajoz, y que haya tenido ocasión de recibir
sus obsequios y de ser objeto de sus atenciones.
La costumbre que en todos los pueblos se conserva de blanquear
casi diariamente las fachadas de las casas, les da un aspecto de
novedad y de limpieza singulares: no hay edificio que parezca viejo;
en una palabra, en Extremadura la casa es ser animado que se lava
la cara todos los días.
Para pasar á Portugal se sale de Badajoz por la puerta de Palmas, y
se pasa el Guadiana sobre un magnífico puente. No llamándome la
atención nada en Extremadura, me decidí por fin á partir.
Era el 27 de mayo: el sol empezaba á dorar la campiña y las altas
fortificaciones de Badajoz: al salir saludé el pabellón español, que
en celebridad del día ondeaba en la torre de Palmas. Media hora
después volví la cabeza: el pabellón ondeaba todavía: el Caya,
arroyo que divide la España del Portugal, corría mansamente á mis
pies: tendí por la última vez la vista sobre la Extremadura española:
mil recuerdos personales me asaltaron: una sonrisa de indignación y
de desprecio quiso desplegar mis labios, pero sentí oprimirse mi
corazón, y una lágrima se asomó á mis ojos.
Un minuto después la patria quedaba atrás, y arrebatado con la
velocidad del viento, como si hubiera temido que un resto de antiguo
afecto mal pagado le detuviera, ó le hiciera vacilar en su
determinación, expatriado corría los campos de Portugal. Entonces
el escritor de costumbres no observaba: el hombre era sólo el que
sentía.
CUASI
PESADILLA POLÍTICA